La lluvia caía sin pausa sobre la plaza desierta, mojando los adoquines y los bancos vacíos. Yo caminaba con las manos dentro de los bolsillos, intentando encontrar calor en el frío húmedo que calaba hasta los huesos, cuando la vi aparecer bajo un paraguas negro. Su perfume me alcanzó antes que su voz, mezcla de incienso y jazmín, y mi corazón se detuvo un instante: no había criatura más hermosa en el mundo que ella. —No esperaba verte hoy —dije, con la voz que temblaba más de lo que quería…
Leer más